Hablar del dinero en el transcurso del tiempo es aspirar a analizarlo desde diferentes ángulos en cada etapa de la historia de la humanidad, sería un despropósito resumirlo en un artículo, sin embargo, cuando después de décadas en el que nos rige un sistema monetario mundial, llega una posibilidad totalmente disruptiva que nos pone sobre la mesa la enorme posibilidad de hacer un cambio a la forma de interactuar en todas sus partes en la economía internacional. Eso es lo que ha venido a provocar la tecnología basada en la cadena de bloques (blockchain), más coloquialmente conocida como criptomoneda.
No solo es que la criptomoneda sea considerada en la mayor parte del mundo como un activo digital, con valor intrínseco y completamente basado en su respectiva oferta y demanda, sino que se constituye como el instrumento de pago alternativo al dinero FIAT. Y es precisamente esa alternativa la que pone a temblar al sistema monetario mundial, pues escapa de la centralización gubernamental y se pasea por una red libre de controles de gobiernos, de manipulaciones que alteran la economía, de intermediarios bancarios y que, entre otras virtudes, está a prueba de errores e inseguridad en su manejo.
Después de terminar erróneamente con el patrón oro (Acuerdo de Bretton Woods), las principales economías, a la cabeza las de Estado, decidieron basar el sistema monetario en las monedas FIAT, que no es otra cosa que la confianza que los ciudadanos deben depositar en las respectivas monedas emitidas por cada país, el mundo ha venido conviviendo con diversas crisis financieras, pues cada gobierno tiene la libertad de emitir más dinero y ponerlo en circulación, sin entender que lo único que eso causa es el debilitamiento de su moneda, de su economía doméstica y que generan un lastre para la economía en general.
Prueba de lo anterior es la crisis de los 70´s, al igual que la causada por las hipotecas Prime en 2008 y, más recientemente, la pandemia de Covid, que generó una catástrofe en la oferta de bienes y servicios y la consecuente inflación en una espiral de baja oferta y alta demanda, en la que algunos gobiernos aparentemente no tenían otra opción que la de emitir e insertar más dinero a la economía, la cual, sin ningún soporte de crecimiento económico sobre las espaldas o reservas para contingencias de este tipo, lo único que causó es el debilitamiento del sistema monetario internacional.
Fue la crisis del 2008 la que dio paso a la alternativa de la tecnología de la criptomoneda, teniendo como responsable inicial al Bitcoin, que con el seudónimo Satoshi Nakamoto, se atrevió a desafiar el orden monetario establecido e instaurado por la fuerza de los gobiernos. Esta criptomoneda (y tal vez ya varias más) goza, entre otras ventajas, de solidez monetaria, la cual no puede ser reproducida irresponsablemente por decisión de los gobiernos.
En general, su creación prueba que nadie pueda alterar la reproducción, ya que su sistema per se lo impide y garantiza al poseedor de la cripto que no habría una alteración en su valor, más allá de la simple oferta y demanda del mercado. Esa característica le otorga solidez monetaria cuando se trata de un instrumento de cambio, es decir, cuando se utiliza como moneda de pago en el intercambio de bienes y servicios.
Es muy temprano y prematuro para los estándares de la historia emitir un juicio sobre la real solución que brinda una moneda basada puramente en tecnología de cadena de bloques, en contraposición con el sistema bancario comercial y, sobre todo, en las decisiones de los bancos centrales, responsables de las políticas monetarias; pero lo que es indudable, es que las características intrínsecas de la criptomoneda pueden dar una solución para que la economía mundial siga un orden basado meramente en la oferta y demanda, es decir, en las decisiones que marque el mercado, no en las decisiones de burócratas, de lo que crean que es lo mejor para la economía.
Han sido décadas en las que las principales economías siguen los principios keynesianos, desde luego, porque les da la posibilidad de manejar y controlar todo a su criterio, muchas de esas veces, basado solo en la búsqueda de popularidad política, dejando el lastre económico a los que vienen detrás. Una vez que la criptomoneda gane fuerza, estará por verse si los gobiernos, en la fuerza de su potestad, aceptarían o rechazarían su uso como moneda de curso legal o, incluso, posiblemente hasta considerarla como una actividad ilegal. Esta historia aún está por escribirse.
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