Su niñez, en Calkiní, Campeche, la pasó rodeada de muñecas a las que solía vestir con retazos de tela y pedazos de encaje que desechaba una tía suya que era modista. Recuerda que la tía acomodaba con mucha anticipación los vestidos de novia que hacía. En ese entonces Kika aún no imaginaba que terminaría haciendo lo mismo.
Era una niña inquieta y los vestidos de luto de un tipo de algodón antiguo muy bonito de su abuela, ella los cortaba para hacer “ombligueras” que la abuela odiaba. Ya desde entonces se veía venir a la Kika ingeniosa y original que intervenía mucho las piezas y cosía a mano.
“Nunca pensé en ser diseñadora, luego me di cuenta lo que me gustaba, podía ser una carrera y me fui profesionalizando, desarrollando mi creatividad”, cuenta.
Detalle y delicadeza
Solo hay que entrar en su tienda, “Tacita de té”, que es como un algodón de azúcar llena de magia, de libélulas doradas y flores que parecen volar sobre románticos vestidos, faldas de tul y crinolinas suspendidas en el aire, para entender el espíritu creativo de Kika, inclinado al detalle y la delicadeza.
En veinte años, cuenta que ha pasado por todo, desde arruinar un vestido hasta lidiar con clientes difíciles.
“Una novia nos llamó un día antes de su boda para saber si ya estaba listo su vestido, pero no, se nos olvidó la fecha. No sólo no hicimos su vestido, tampoco el de su mamá y el de su hermana. Trabajamos el resto del día y toda la noche para cumplir el trabajo, un vestido ya no recuerdo por qué, pero nunca llegó.
Al vestido de la mamá le hicimos un truco, pero se dio cuenta. La decepcioné, les hice pasar un mal rato esperando sus vestidos, porque aparte eran clientas, toda la vida les hice sus vestidos para eventos y graduaciones, confiaban en mí, lloré mucho después de eso, pero nunca me volvió a pasar, los vestidos ya salían de mi taller con dos semanas de anticipación”, relata mientras su gata “Rita” se pasea sobre la alfombra con su collar de tela que a todas luces le hizo su ama.
Cada anatomía, un reto
Otro reto, cuenta, ha sido trabajar con personas con anatomías diferentes.
“Aplico mucho la psicología con el cliente, con sus gustos y lo que le queda o no sin que se los diga. Tengo que convencerlos sin que se den cuenta, no les puedes decir que algo no les queda, aunque abiertamente hay quienes te piden que les digas si algo les queda o no, pero otros no se ven en el espejo, tienes que buscar la forma de que se vean bien. Ahora con los tapabocas no sabes si cuando se prueban algo se están riendo o están serios, si les gusta o no, es complicado”.
“Yo diseño para todo tipo de mujer, gorditas, flaquitas, mujeres que no tienen medidas, que tienen más cintura que busto o más cadera que cintura. Todo eso lo tienes que resolver porque eres un proveedor de servicios, si vienen a tí es porque en una tienda no las pueden ayudar, nunca les puedo decir ‘no puedo’, pero tengo tanta práctica que cuando vienen a probarse un vestido es mínimo el detalle a ajustar, ven la atención que les das, que no se esperaban que fuera tan buena, se ven reales y se ven bonitas”.
Kika explica que lo más que tarda confeccionando un vestido es una semana, otros le llevan tres días, dependiendo de los detalles, porque se bordan o aplican a mano.
“Tengo años tratando de armar un equipo de trabajo que entienda mis ideas, tengo ocho empleados con más de veinte años conmigo que saben qué me gusta y qué no; aun así, siempre se está innovando en el taller”.
El retorno de la moda
En veinte años ha visto los cambios de la moda pasar por su taller, desde aquellos vestidos de XV años con corsé, hasta mangas con mucho volumen o vestidos muy recargados.
“Todo son modas y muchas regresan, como los vestidos de tul, las faldas, las crinolinas; las mangas de ahora son muy ochenteras, no hay nada nuevo. La tendencia ahora es años 90. Yo tenía antes de las revistas digitales muchas revistas españolas y veo que sigue vigente todo eso”.
Sobre el perfil de sus clientas, apunta que la gente de Mérida es tradicionalista, son personas que no se arriesgan, que van a lo seguro, “a menos que se casen en otra parte”.
A Kika le gusta la libertad creativa, pero sabe que hay límites.
“Tengo muchas ideas, pero sé qué le va a gustar a la gente, por más loco, raro o diferente que sea, sé hasta dónde llegar, no paso esa línea, no paso de ese ‘raro’ que puedes decir ‘qué chido’, que por ejemplo los elementos no estén todos alineados o sigan un orden”.
Dos nuevos proyectos
Una línea de lencería y otra de blancos para el hogar son dos de los proyectos que Kika Rodríguez viene delineando desde antes de la pandemia.
“Lo de la lencería se paró un poco, pero los blancos sí los estoy trabajando. Va a ser ropa de cama y de cocina principalmente, todo lo que implica poner una mesa bonita, que te sientas a gusto a la hora de comer, y para que la cama luzca siempre inmaculada”, indica.
Sábanas, edredones, servilletas o manteles serán parte de esa colección, donde se dará el lujo de ser más creativa.
“También quiero hacer una página para vender en línea y un blog de bodas de destino muy exclusivas, donde pueda hacer vestidos más arriesgados, con más libertad creativa, y que puedan pagar por esos diseños. Es algo que viene con la de bodas de Quintana Roo que se redireccionará a Yucatán”.
Otros proyectos son colecciones “cápsula” para intercambiar faldas, blusas y pantalones, crear nuevos looks con pocas piezas; así como una colección de ropa casual, de básicos.
Kika también está trabajando en un proyecto de moda de segunda mano, para renovar la ropa usada en vez de guardarla, intervenir piezas con creatividad y estilo.
Tesoros en bazares
Cuando sale de compras dice que la parece igual y que la calidad de los materiales no la convencen, pero ve muchos bazares de segunda mano en Mérida, donde encuentra verdaderos tesoros en accesorios y bolsas, por ejemplo, objetos de marca que tienen pequeños detalles fáciles de resolver, como limpieza o cambiarles el cierre.
“Por la pandemia ya quedan muy poquitos bazares, me he encontrado guantes de piel de buena marca, acojinados por dentro, que no encuentras ni en las mejores tiendas”.
Otra colección que tiene en mente es de joyería de cuerno (nos muestra el accesorio que usa para sostenerse el cabello en alto, una especie de horquilla de ese material).
“Le apuesto mucho al internet para saltar a cualquier parte del mundo”, indica sobre si abrirá alguna tienda específica para todos esos proyectos.
Kika no sigue las tendencias.
“Casi todo mundo está trabajando cosas atemporales por la pandemia, cómodo, bonito, simple y usable en el tiempo, así es la moda ahora”.
Colombia, a la vanguardia
Sobre los colores, dice que se está usando mucho el crudo, los colores naturales, rosas, verdes y azules, del cielo, el mar, el atardecer y la vegetación, “todo es orgánico”.
Kika ha viajado a Roma y a Colombia con sus colecciones, pero dice que le falta más París.
“Hace un año fui acompañando a un amigo y morí, Francia es arte por donde te vires, todo es exquisito, identifico mucho lo que hago con lo que hay ahí, solo fui una semana y me quedé corta, podría ir únicamente a sentarme a ver pasar a la gente, sin necesariamente entrar a un museo”.
Fan del diseño colombiano, destaca que Colombia está marcando tendencia en el mundo de la moda.
“Se dan un tiro con cualquiera, es moda muy femenina y natural. En México en el fashion week es todo lo que vi el año pasado con los colombianos. Europa es más fría y formal, Colombia es primer mundo, es moda incluyente, sustentable…”
Marca propia
Para Kika, sus más grandes logros son crear un nombre, que la gente reconozca sus vestidos cuando los ve en un evento y que su empresa sea familiar (su hijo Iván ve buena parte de las operaciones).
“Mérida es muy virgen en el diseño, puedes proponer. Todos tenemos la capacidad de hacer cosas nuevas, innovadoras, y vemos que la gente las está aceptando”.