La relación comercial entre Estados Unidos y China, ya frágil por años de tensiones, está viviendo un nuevo episodio de fricción. Esta vez, el conflicto se traslada al terreno agrícola. El embajador de China en EE. UU., Xie Feng, lanzó una dura advertencia: el creciente proteccionismo estadounidense está “asfixiando” la cooperación bilateral en el sector agrícola y perjudicando directamente a los productores de ambos países.
Durante su participación en un evento organizado por la industria estadounidense de la soya en Washington D.C., Xie declaró que la agricultura debe ser un puente entre las naciones, no un campo de batalla. “No hay ganadores cuando la agricultura se convierte en rehén de tensiones geopolíticas. Los agricultores no deberían pagar el precio de decisiones políticas ajenas a su labor”, expresó.
Las cifras refuerzan esta preocupación. En el primer semestre de 2025, las exportaciones agrícolas de EE. UU. hacia China sufrieron una caída del 53 %, siendo la soya uno de los productos más afectados, con una reducción del 51 %. Esta contracción se debe en parte a los nuevos aranceles del 15 % impuestos por China en marzo como respuesta a barreras comerciales y restricciones estadounidenses. Estos aranceles afectan directamente el precio y la competitividad de los productos agrícolas estadounidenses en el mercado chino.
Aunque ambos países acordaron una tregua de 90 días para evitar una escalada arancelaria, el clima sigue siendo tenso. China ha reiterado que está dispuesta a ampliar su cooperación agrícola, pero necesita señales claras de apertura por parte de Washington. Xie Feng subrayó que China y EE. UU. son altamente complementarios en esta área: mientras uno aporta escala y tecnología, el otro ofrece producción intensiva y mano de obra especializada.
Sin embargo, en EE. UU. también se están tomando medidas que complican el escenario. Legisladores han promovido leyes para impedir que empresas o ciudadanos chinos compren tierras agrícolas. Además, investigadores extranjeros han sido expulsados por preocupaciones relacionadas con la seguridad nacional. Estas decisiones han sido vistas por Pekín como acciones unilaterales que obstaculizan la confianza mutua.
La administración Biden, por su parte, ha defendido sus políticas como necesarias para proteger los intereses estratégicos de EE. UU., especialmente ante temores de interferencia extranjera en la cadena de suministro alimentaria y tecnológica. Aun así, los analistas advierten que un exceso de proteccionismo puede dañar gravemente a los agricultores estadounidenses, que dependen de la exportación para mantener su rentabilidad.
¿Hacia una ruptura permanente?
A pesar de la tregua actual, la falta de un marco estable de cooperación genera incertidumbre. Las pérdidas económicas ya se están sintiendo, y si no se revierte esta tendencia, ambos países podrían enfrentar impactos prolongados en su seguridad alimentaria, precios agrícolas y estabilidad comercial.
Los expertos coinciden en que restaurar el diálogo es urgente. En un mundo con desafíos climáticos, disrupciones logísticas y mercados inestables, la colaboración agrícola entre potencias no solo es deseable: es esencial. La relación entre China y Estados Unidos será clave para definir el rumbo del comercio agrícola global en los próximos años.